martes, 24 de enero de 2012

‎"CUATRO LEYES" por Mahatma Gandhi





La primera dice:
"La persona que llega es la persona correcta", es decir que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender y avanzar en cada situación.

La segunda ley dice:
"Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido".
Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante.
No existe el: "si hubiera hecho tal cosa...hubiera sucedido tal otra...". No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección y sigamos adelante.
Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo.

La tercera dice:
"En cualquier momento que comience es el momento correcto".
Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas, es allí cuando comenzará.

Y la cuarta y última:
"Cuando algo termina, termina".
Simplemente así. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia.
Creo que no es casual que estén leyendo esto, si este texto llegue a nuestras vidas hoy; es porque estamos preparados para entender que ningún copo de nieve cae alguna vez en el lugar equivocado!

Vive Bien, Ama con todo tu Ser y se Inmensamente Feliz.

*SÉ EL CAMBIO QUE QUIERES VER EN EL MUNDO*

MAHATMA GANDHI

Venezuela: Mi Patria Necesita Urgente Cuidados Intensivos



Nací en el año 1976 en un hermoso y próspero país llamado Venezuela, país considerado los Estados Unidos de Sudamérica para ese entonces. Cientos de inmigrantes de muchas naciones tenían como destino esta bella tierra de abundancia. Portugueses, españoles, italianos, árabes, chinos, colombianos, entre muchos otros, veían a ésta como la tierra de las oportunidades.

Soy hijo de dos de esos inmigrantes provenientes de Colombia, que en el año 1975 sintieron que lo mejor para ellos y para su progenie era salir de un país que para entonces se encontraba sumido en la más grande ausencia de posibilidades, en una pobreza tanto material como espiritual y en una incipiente ola de violencia que cobraría cientos de miles de vidas inocentes en los siguientes 25 años.

Venezuela era el símbolo de la esperanza para muchos, con su gran bonanza petrolera, con sus subsidios, con su “ta’ barato, dame dos” y en especial con ese paternalismo gubernamental que predominaba (y predomina aún) en la sociedad venezolana. Hacer negocios en Venezuela entonces era, como se dice en esa bella tierra, pegarle un tiro al suelo. No había nada a lo que no se le pudiera sacar provecho.

Pero mientras el disfrute cegaba a la gran mayoría de los venezolanos con esa abundancia ilimitada, adormecidos del deber y de la expansión de su ser, aislados por completo de la responsabilidad de su rol como ciudadanos y del aporte que implica el pertenecer a un estado y el ser parte de una sociedad interdependiente, ensimismados y absortos en la plena satisfacción personal, mientras todo esto acontecía, detrás de bambalinas se estaba gestando la semilla de la que brotaría un futuro incierto para la población. Sólo aquellos con la sartén agarrada por el mango podían “ver” lo que le esperaba al país. Muchos de estos se apertrecharon y “dejaron el pelero a tiempo” con los bolsillos full. Otros se quedaron: algunos para hacer su mejor esfuerzo por el país, algunos a ver qué más se le podía exprimir a este país en decadencia.

Crecí entre Venezuela y Colombia. Estudiaba en Bogotá y descansaban de mí enviándome a Valencia en las vacaciones. Siempre me sentí mejor en Venezuela. No sabía por qué. Sentía una gran ausencia de preocupación por las cosas básicas. Expresiones como: “Hoy no tenemos suficiente comida para los 13 que vivimos aquí” o “Aguántese, mijito, con ese par de zapatos hasta que tengamos para cambiarles la suela” jamás las escuché cuando estaba de vacaciones en Venezuela. Me sentía más relajado, sin presión alguna por aquello de que me fueran a “robar” para sacarme los órganos y dárselos al hijo de una pareja rica en Francia (cuento muy común en Colombia en aquella época. Tal vez era un cuento estilo Hermanos Grimm para que los niños no salieran al “bosque” y así evitarle problemas costosos a las familias). En Venezuela era transparente el asunto de qué comeremos o qué beberemos o dónde viviremos. Todos tenían acceso a todo por muy bajo precio.

El poder adquisitivo del venezolano era alto en los 70s y 80s. Uno de los mayores ingresos per cápita del mundo para entonces. La relación cambiaria dólar - bolívar era de 1 a 1. Ir a los Estados Unidos era para los venezolanos como ir a Colombia, o más claro aún, como ir de Caracas a Margarita o a Maracaibo. Fines de semana en Miami y Orlando, “ya vengo, voy de compras a Nueva York”. Qué nota. Qué abundancia. Qué inconciencia. Qué pérdida. 

Pero, ¿por qué de repente las cosas cambiaron tan radicalmente? ¿”De repente”? ¿Es justo decir “de repente”? Descubrí con el tiempo que no es el país ni sus recursos lo que hacen a una nación grande, sino su gente. Además descubrí que no es suficiente con que esa gente sea “chévere” o sonriente o alegre (que son expresiones externas de un sentir interior y que no cuesta nada expresarlas), sino que es imprescindible que sea también gente trabajadora, responsable, visionaria, consiente de su rol y generadora de acción continua en aras de un mejor país. También descubrí que los cambios no ocurren “de repente”, sino como consecuencia de una serie de decisiones de varios o muchos, en el caso de Venezuela, sistemáticamente ejecutadas con una sola premisa como ancla: el beneficio personal.

Sin control, sin límites y sin símbolos patrios en el corazón, la gente que decía: “no me des, pero ponme donde hay”, poco a poco fue destruyendo la moral, la economía y las raíces de este pueblo. Con el tiempo esa cultura hermosa y progresista que se había comenzado a desarrollar por allá en los 50s y que se encontraba en ascenso empezó a declinar.

Violencia y más violencia. “Maten a esos hijuep*tas”, gritaba CAP a sus generales desde La Casona durante el Caracazo, momento que no fue más que el pueblo expresando que no estaba dispuesto a asumir su responsabilidad de autosuficiencia y que no toleraría incrementos en los precios porque el gobierno estaba en el deber de mantenerlo, como hasta ese momento había acontecido. Tres años más tarde se enfrentarían leales y rebeldes en la intentona golpista del 4 de febrero de 1992 a la que Ángela Zago llamó en libro de 1998 La Rebelión de los Ángeles, rebelión que comenzó a gestarse por allá a finales del año 1983 con la formación de una sociedad secreta con Chávez como uno de sus fundadores en las inmediaciones del Samán de Güere y que tenía como fines sacar a la “oligarquía pro-imperialista” del gobierno y tomar ellos el control. En 1998 esa transición se dio por la vía electoral y vaya que mejoró la situación con ese cambio.

Para la época del Caracazo ya teníamos 5 años viviendo en San Blas Viejo, Valencia. Sí, el mismo San Blas de los famosos Malpica y Arismendi (una vez el Chivito me dio la cola –gave me a ride- en su Ninja). Yo estudiaba, salía a jugar pelotica e’goma y chapitas, a caerme a golpes por un fuerte y a hacer todo lo que un teenager de 13 años hace (entre lo que hubo muchas cosas de las cuales no estoy orgulloso). Bonny Cepeda, Sergio Vargas, Daiquirí, Wilfrido Vargas y Las Chicas del Can eran, entre tantos, los cantantes que llenaban de sonido las fiestas en ese entonces. Me gustaba dormirme bajo el peso de los megahertz de Latina 99.1 FM. Qué programación más buena, caramba. Todavía estaba el 1x1 en la radio nacional: por cada canción extranjera que se “play-ara” era ley “play-ar” una nacional, entonces se inundó la radio de talento venezolano: Elisa Rego, Karina, Kiara, Musiquito, Colina (Colina! Imagínense lo fácil que era hacer negocios en Venezuela!), Carlos Mata, Sergio Pérez, Adrenalina Caribe y su hermano Yordano. En fin, un sinnúmero de artistas locales que llenaron de alegría y ritmo las emisoras y teatros de Venezuela.

Es inevitable conectar el momento social que vivía Venezuela con la música que sonaba entonces. Pareciera que un hilo entretejiera música y momentos hasta diseñar un bello tapiz de memorias coloridas. Lo mismo ocurre con el olfato, que de acuerdo a los expertos, es el sentido que más conexión tiene con la memoria: ¿qué venezolano no recuerda el jabón de yodo? ¿el del empaque negro y letras amarillas? ¿O el olor de los perros calientes de la calle del hambre? ¿O cuando ibas por la Francisco Fajardo hacia La Urbina y pasabas por la Polar de Los Ruices y te pegaba el olor a malta?

Cuando pones todo eso junto en tu mente y la gravedad hace que ese pensamiento caiga hacia el corazón, te visita una emoción llamada nostalgia. Mientras estás habitado por la nostalgia tu rostro comunica una sonrisa tenue que más parece un esbozo de tristeza, una luz amarilla en el semáforo emocional, indicando que estás a punto de necesitar un pañuelo. Pero, ¿qué ocurre cuando en medio de esa nostalgia aterrizas a la realidad en la que se vive en Venezuela, ya sea con un texto que te llegó, un Tweet, un email (ninguno de los cuales existía en otrora)?

Parece que la nostalgia y la realidad mantienen un conflicto milenario entre ellas y no son buenas compañeras la una de la otra. Me da la impresión de que no pueden co-existir en un mismo momento y corazón. Porque cuando llega el momento en el que coinciden, aparecen otras emociones como la rabia, la frustración y la tristeza, y todas ellas tienen sus luces y sombras, pero parece que los seres humanos tendemos a pararnos en las sombras de nuestras emociones y este juicio nos trae de regreso al tema central de este artículo: el pueblo venezolano está pasando por un proceso de encuentro entre estas emociones. El país ha cobrado un estado de ánimo y se ha apropiado de él. Es imposible esconderlo, porque está por doquier. Está en cada persona, en cada interacción, en el nivel de atención al cliente, en la calidad de los servicios públicos y en muchas otras cosas más. Esa cordialidad que caracterizaba al venezolano ha mermado como producto de estos cambios que se han suscitado con el pasar de los años y se percibe en la agresividad al manejar, en las malas caras de los dependientes a los clientes, en la desconfianza al hacer negocios, en la forma en la que se hacen reclamos por servicio. Estas tendencias parecen estar pasando a formar parte de nuestra cultura. Si esto es verdad, es muy triste que así sea. Se está alterando la genética social y cultural de la nación. Se está agregando o quitando un cromosoma a la cadena de ADN de la sociedad venezolana. En otras palabras, está cambiando para siempre.

Pero la interrogante es si ese cambio podría ser bueno. La evidencia demuestra que no (el año 2011 cerró con más de 19 mil homicidios, por ejemplo), pero un optimista podría decir que es una experiencia de la cual se puede aprender mucho y que nos ayudará a madurar como pueblo. Puede ser verdad. El asunto es que la madurez no es gratis y el precio que se pague por ella debe valer la pena en términos de resultados obtenidos y luego de los 13 años de chavismo (u oscurantismo) más los 40 y tantos años de democracia demagógica no pareciera que haya evidencia de una “madurez” lograda por el pueblo; antes bien, lo que se evidencia es un tremendo retroceso en términos de civismo y sociedad. Las guerras, por ejemplo, han catapultado a otros pueblos hacia el desarrollo. Se esperaría que ocurriera lo mismo con la situación que ha tenido Venezuela en todos estos años. Pero no es así. Otra vez, hay más retroceso que avance. Más señalamiento que toma de conciencia. Más culpa que responsabilidad.

Entonces, ¿hacia dónde se dirige Venezuela? Si partimos de la premisa inicial de que un país es grande por su gente y no por sus recursos, ¿hacia dónde va este país? Si es del pueblo de donde salen los gobernantes, ¿hacia dónde se dirigirá esta nación?

Me acuerdo que a los 16 años mi mamá vivía en una urbanización en Valencia llamada Lomas de Funval. En ese entonces nos quedábamos los panas sentados en las bancas del bulevar de la urbanización hablando hasta tarde, y una vez hasta nos quedamos dormidos de sábado para domingo cada uno en una banca. No hubo novedad. Hoy cada casa en esa urbanización parece una fortaleza y cada vez más familias están saliendo de ese lugar. En una ocasión hubo una fiesta de 15 años y yo era parte de la cuadrilla. Un grupo de “panas” que no fueron invitados quisieron entrar en la fiesta “a lo bravo” y con unos tragos de más encima; nosotros no se los permitimos, así que se formó una pelea grupal (de esas que me encantaban) y nos dimos hasta en la cédula. Luego de la pelea el grupo no deseado se fue, la fiesta siguió y al día siguiente me los encontré en el bulevar y ¿saben qué pasó? Nos saludamos como si nada hubiera ocurrido. ¡Qué nobleza! ¡Eso ya no existe en Venezuela! Si ese escenario se hubiera dado hoy, por lo menos 12 tiros más 1 me hubieran dado. ¿No es eso verdaderamente triste? ¿No es una perdida socio-genética gravísima? ¿Hacia dónde se dirige esta gran nación?

Hoy día al ver que todo esto ocurre ante el ojo inmutado del presidente, su séquito y su supuesta “revolución bonita” causa verdadera indignación. Mientras miles de familias pierden a sus seres queridos en manos del hampa común y del crimen organizado, el gobierno no muestra un ápice de inquietud ante ello ni muestra en lo más mínimo una respuesta efectiva que satisfaga las demandas de la justicia. Al contrario, la impunidad se ha apoderado del sistema, la anarquía de las calles y la corrupción de los corazones de quienes dicen gobernar, dejando sin empresa a luchadores cuya vida y años se han desgastado en la forja de sus proyectos y compañías los cuales pierden sin derecho a “pataleo” cuando el gran dictador de la patria pronuncia arrogantemente y con satisfacción casi orgásmica la palabra “exprópiese”.

Mi esposa e hijos salieron para Venezuela el 2 de enero de este 2012 para estar dos semanas allí con el fin de renovar el pasaporte de mi hija mayor y aprovechar visitar a la familia (creo que fue al revés). Preparé un poder y lo apostillé para que mi esposa pudiera llevar a cabo todos los trámites sin problema alguno (de acuerdo al mundo según Johnattan) ya que yo no podía ir con ella por asuntos profesionales. Llegó el momento de la tan ansiada cita con la ONIDEX para el trámite del pasaporte y la respuesta fue: “¡pa’tras! No está visado por un abogado, vaya y lo visa”. Fue y lo visó. Regresó. La respuesta: “la firma del abogado que lo visó no está registrada en el sistema de la ONIDEX porque es un recién graduado” (¡y a mí qué cara*o me importa que sea un recién graduado! ¿Tengo cara de que fui a su acto de graduación?). Había que esperar a que la firma del abogado que lo visó se registrara en el sistema. La mandaron ir un sábado por la mañana (ese día la familia la había invitado a ir a la playa después de más de dos años sin ver el mar) así que fue el sábado y le dijeron que tenía que renovar las partidas de nacimiento y que la firma del abogado aún no estaba en el sistema (¡¿dónde y cuándo han escuchado que una partida de nacimiento se tiene que renovar?!), así que no se pudo ese día, tampoco se pudo ir a la playa. El lunes mi esposa fue, “renovó” las partidas de nacimiento y le sacó las cédulas a los niños (todo un día en eso). Regresó al día siguiente y ¿saben qué? La firma del abogado aún no estaba en el sistema. Le dijeron inclusive que tenía que ir a Caracas a resolver esa situación. Pero pasó lo que tenía que pasar: mi esposa se quebró y no aguantó más, les dijo cuatro vainas y se fue.

Me contó su via crucis por Skype y concluimos que debido a lo importante de la diligencia era necesario que me apersonara a Valencia para resolverlo, ya que evidentemente no se resolvería como lo habíamos estado haciendo. Llegué a Bogotá proveniente de México el lunes a las 02:00 horas y salí para Valencia 15 horas después. Lo primero que hicimos fue ir a solventar la situación. Al llegar lo primero que nos dicen es que la firma del recién graduado no aparece aún en el sistema (No… ¡qué novedad!), entonces les dijimos que ya no era necesario pues el padre de la criatura estaba presente. Me pidieron mi cédula laminada (aunque el requisito dice “fotocopia de cédula de ambos padres”) y no la tenía, pues se me había perdido mientras estaba en Bogotá y nunca me preocupé por sacarla otra vez. Digamos que esto fue culpa mía. La respuesta: “Vaya saque su cédula y venga otra vez”.

A la mañana siguiente madrugué a otra oficina de la ONIDEX para tramitar mi cédula. Llegué a las 05:30 y ya tenía una fila de 25 personas por delante. En la página web dice que los horarios son de 08:00 a las 16:00, pero lo que no dice es que el personal tiene que desayunar, reposar, conversar y amenizar la mañana antes de abrir y evidentemente toda esa fiesta social comienza a ocurrir a las 08:00 horas. Lo cierto es que abrieron las puertas a las 09:02 minutos de la mañana, con más de 100 personas en la fila, y esta fila pasaba por el frente de un terreno lleno de basura descompuesta, y ¿adivinen a quién le tocó estar desde las 05:30 hasta las 09:02 de pie en frente del terreno? Salí a las 10:40 de esa sede y luego de llegar a la casa de mi suegra y comer algo, salimos para la otra oficina de la ONIDEX para tramitar el pasaporte. Llegamos y luego de un largo tiempo de espera (como todas las veces anteriores) nos atienden y nos hacen pasar. Yo no lo podía creer. ¡Estaba tramitando el pasaporte! En medio del calor insoportable, las malas caras y el trato dictatorial por fin nos entregaron el comprobante del trámite para retirarlo 20 días después.

Debido al tiempo perdido en toda esta burocracia y falta de interés en ayudar, la visa de los niños tiene que esperar, lo que nos lleva a la necesidad de conversaciones de petición de excepciones al director de la escuela de los niños (cosa que nunca me ha gustado hacer). ¡Pero tenemos el comprobante de que tramitamos el pasaporte! ¿No es genial?

Mi esposa hizo seis diligencias relacionadas con el pasaporte y juntos hicimos tres. ¿Creen que es normal que tenga que ser así? Y pensar que a veces los muchachos pasan por alto todo esto que uno hace por ellos…

Ahora, la pregunta es ¿qué tiene que ver nuestra experiencia con el pasaporte con el cambio que se está verificando en el país y a la cual le he dedicado tanto tiempo en este artículo? Es la misma relación existente entre los dolores de cabeza frecuentes y un tumor en el cerebro. Los síntomas que se están manifestando en cada organismo público, en el trato entre la gente e inclusive entre los miembros de muchas familias, es solamente la somatización de un cáncer que inunda el país, y es casi esotérico lo que voy a decir, pero éste cáncer social y cívico pareciera estar simbolizado en la enfermedad que padece el presidente.

Varones hermanos, ¿qué haremos? ¿Qué tenemos a nuestro alcance hacer que pueda tener un impacto positivo para el cambio que se requiere? Venezuela necesita urgentemente entrar en la unidad de cuidados intensivos. Está enferma. Está muy grave. Está muriendo. Ese cuidado sólo puede venir con un cambio en sistema de gobierno y con la desaparición de esa filosofía e idealismo fútil que se ha tratado de impregnar en las mentes de los nobles venezolanos. Ese cambio representa la entrada de Venezuela en la unidad de cuidados intensivos, momento que será crítico para su recuperación y tiempo en el que no podremos esperar mucho del país. Pero una vez recuperado volverá a ser la tierra de la abundancia, la tierra prometida, la tierra de las oportunidades y miles de venezolanos que hoy viven en el exterior volarán como bandadas de pájaros hacia la patria que los vio nacer para ayudar en su reconstrucción. Venezuela tiene mucho que dar, tanto para dentro como para afuera, pero primero tenemos que limpiar el vaso en su interior para poder ser recipientes idóneos de la dignidad, integridad y honestidad que se requiere para que ésta sea una sociedad ejemplar y de talla global.

¿Y cuál sería mi rol y tu rol en todo este proceso de recuperación? En este momento sólo una cosa. Votar por ese cambio. Necesitamos entender que el ejercer el voto no es un acto político, sino un acto cívico. Puede que tu seas apolítico y está bien, pero ello no significa que hayas perdido tu derecho y tu deber al sufragio. Por no votar es que el país está en manos de este dictador y tu y yo y muchos estamos sufriendo las consecuencias. Quejarnos no sirve. Actuar es la solución y la solución es sencilla: inscríbete, asiste y vota por quien más te conecte. No te quejes mientras estás en la fila para votar, no te quejes del sol, del calor, de lo malo que está el pavimento, de las malas condiciones de la escuela en la que te tocó votar, del tiempo de espera. No te quejes. NO TE QUEJES. Sonríe y ten una actitud positiva todo el tiempo.

Quisiera concluir con un extracto del blog http://venezuelalbr.blogspot.com:  

“La enfermedad del poder galopa en este régimen “ y-que-bolivariano” anciano y debilitado, que remató con suma decadencia nuestro siglo veinte y lucha por trascender en el veintiuno. Pero no lo hará, pues al igual que Castro, Gómez y Pérez Jiménez , por sólo mencionar a tres de nuestros corruptos ancestros militares, Chávez ha convertido su mando en un poder monárquico, autorreferente, personal, dirigido a sí mismo, ensimismado que, como todo lo individual, se desvanece por enfermedad, por exilio o por muerte.

En el 2012 tenemos la oportunidad de superar este período de gobierno anárquico (algún politólogo explicará mejor ese oxímoron), que fue capaz, en trece años, de retrotraernos al último tercio del siglo XIX. En esos tiempos, los militarzuelos (algunos venerados como héroes con sus nombres en calles y hasta estados) que gobernaban promovían las luchas internas, conspiraban creando constituciones que les alargaran su estadía en el poder y se complacían asesinando a sus adversarios.

Pero, ¿cómo evitar que este cíclico virus reaparezca en medio siglo, cuando Pablo Pérez, Henrique Capriles, Leopoldo López o María Corina Machado sean un recuerdo amable en los pasillos de Miraflores? Una posible respuesta la consignó Karl R. Popper en 1945, al sugerir que se debe “reemplazar la pregunta ¿quién debería gobernar? Por ¿cómo podemos organizar las instituciones políticas, de tal manera que se impida a los gobernantes malos o incompetentes hacer demasiado daño?”.

Esa pista, legada por el pensador británico, podría ser trabajada en la Mesa de la Unidad para generar una propuesta de reingeniería política, avalada, aceptada y adoptada por los hoy pre-candidatos, pues ¿de qué le servirán al país estupendos planes económicos, pólizas contra la reelección o maravillosos proyectos educativos si dejamos abierta la puerta institucional a los caudillos que habitan en nuestros propios genes y que emergen cuando el ambiente les provee resentimiento, impotencia e indecencia?”


Destaca aquellas cosas buenas y comienza a sembrar esa cultura progresista en tu propio entorno. Si lo haces tú, tu hermano o hermana, tu mamá (sí, la tuya), tu papá, tu primo, tu compadre, tus panas, tus vecinos, pronto esa actitud se viralizará y tendremos la Venezuela que queremos, de adentro para afuera, Como Deber Ser.



  

domingo, 8 de enero de 2012

El Poder de la Filosofía Personal en el Rol del Líder


Tu filosofía personal es esencial para influir en las personas que te siguen en tu negocio de MLM y en la vida en general.

Una de las más grandes aspiraciones de muchas personas es poder llegar a influir en los demás al punto de inspirarlos a cambiar sus vidas. No obstante, para tener éxito en esta aspiración es imprescindible tomar en cuenta aquellos rasgos de carácter que nos habitan desde hace mucho y que han llegado a ser transparentes para nosotros. Estos rasgos de carácter son las herramientas emocionales que poseemos para hacer el trabajo y algunas son muy buenas; pero otras tienden a destruir más que edificar.

Vamos a pasearnos por algunos (no todos) de los rasgos de carácter clave en un líder. 

La forma como tratas tu cuerpo, especialmente la forma como lo nutres, independiente de si tomas o no suplementos, es un indicador de tu carácter y del respeto que sientes por ti mismo. Cuando te tratas con respeto a ti mismo y lo evidencias en tus hábitos alimenticios y en la ausencia de vicios, estás enviando un mensaje claro a quienes ofreces ser su líder de que les tratarás con el mismo respeto, así como de tu reverencia y conciencia por la maravillosa herramienta de trabajo que es tu cuerpo.


Este es sólo uno de los aspectos que tu filosofía personal debe abarcar.

Toma en cuenta también la forma como te relacionas con el dinero. ¿Te has preguntado alguna vez desde dónde te relacionas con el dinero? ¿Desde la escasez o desde la abundancia? Este es otro gran indicador de tu carácter. Si tiendes a gastar desenfrenadamente el dinero, o realizas compras impulsivas de artículos o servicios que no necesitas; o si por el contrario, en el otro extremo del espectro, no compartes de tus bienes ni ayudas a otros porque piensas que te quedarás sin nada, estás esbozando rasgos que necesitas analizar y conductas que debes observar detenidamente, porque éstas están hablando a gritos de ti. El dinero es un medio para el logro de muchas de las realizaciones más importantes de la vida. Pero es sólo eso: un medio. No obstante, no por ello debe ser tratado con menosprecio (mostrando tal vez un autoproclamado “desapego” al dinero), sino con respeto, ya que éste representa una de las más grandes energías en nuestro universo y le da a la persona que lo posee, mucho o poco, la capacidad de ayudar a otros. Al usar el dinero con el fin de edificar tu vida y ayudar a otros en el proceso, estás demostrando una gran madurez, desapego a lo material, y mucha compasión y amor por los demás. ¿Te gustaría trabajar con alguien que tenga estos atributos de carácter? 

Las cosas que dices acerca de otros en su ausencia. Este es quizá uno de los rasgos que más contribuye a lograr o no influir sobre los demás. Las personas tienden a respetar, a escuchar y a dar autoridad a aquellos que edifican al ausente. Esto al mismo tiempo genera el pegamento de las relaciones: La Confianza. Siempre confiarás en alguien que sólo hable bien de los ausentes y que les defienda cuando ellos mismos no pueden hacerlo.

Me gustaría ilustrar este principio con el siguiente ejemplo. Te encuentras en un grupo de trabajo y resulta que alguien que no se encuentra presente en ese momento ha cometido un error. El líder del equipo no deja de ver el error como una falla y es consiente de que se debe resolver la situación, pero en lugar de comenzar a calificar de esto o de aquello a que quien lo cometió y a resaltar sus debilidades, comienza a analizar el escenario y a pensar en cómo ayudar a esa persona a que no vuelva a cometerlo: qué podría necesitar aprender, qué situación pueda estar pasando en lo personal que afectó su desempeño, qué factores externos influyeron en su decisión; y al mismo tiempo resalta los logros de este individuo en el pasado. Cuando alguien del equipo intenta personalizar el error y ponerle la etiqueta de culpable al “pecador”, el líder de inmediato, pero de forma cortés, lo interrumpe y pasa a resaltar las virtudes de aquel e indica al potencial acusador que lo importante es poder salir adelante y corregir el curso, más que fijar la culpa en alguien.

¿Qué pensarías de un líder así? ¿Confiarías en él?

Tal vez uno de los más grandes atributos en un líder es el servicio y tal vez el ejemplo más grande servicio que ha evidenciado la historia humana es Jesús. El momento en el que Él lavó los pies de sus Apóstoles es una muestra de este servicio. Aunque no tenía por qué hacerlo, Jesús decidió que ese acto daría una poderosa lección a sus discípulos en relación al tipo de liderazgo que Él quería enseñar. Al final, la lección de liderazgo de servicio fue consumada con su propia muerte en la cruz como resultado del amor desinteresado por su gente.

El liderazgo basado en el principio del servicio es un poderoso medio de influencia. Muchos temen que si sirven a quienes lideran perderán autoridad, pero el efecto es completamente opuesto. Permítanme relatarles una experiencia que viví y que ilustra este principio. Hace años, me encontraba en casa de un gran líder a quien respeto, amo y a quien debo gran parte de lo que soy, compartiendo la mesa con él y otras personas. Éste gran hombre no sólo es un líder en lo personal, sino que es uno de los Top Achievers de su compañía de MLM, primer Diamante en el país, con muy, muy altos ingresos. Adicionalmente, para el momento era uno de los más altos líderes de nuestra Iglesia, respetado por la gente y la comunidad. Luego de terminar la comida, él pidió permiso y se puso de pie, se colocó el delantal y comenzó a recoger los platos. Después pasó con la jarra del jugo en su mano preguntando quién deseaba tomar más y sirvió a aquellos que levantaron su vaso. Tomó un trapo húmedo y limpió la mesa. Se remangó la camisa y comenzó a lavar los platos. Pero lo más hermoso de todo lo que estaba ocurriendo es que no era un acto para impresionarnos, sino que era un hábito en su carácter. El servicio era parte de la esencia de su ser.

Me maravillé al ver esta escena. A partir de ese momento respeté mucho más a esa persona por quien ya sentía mucho respeto y le di mucha más autoridad. Sentí que su poder de influencia sobre mí era mayor y estaba más abierto a escucharle y a seguirle.

Por último (por último para efectos de este artículo), pero no menos importante, dentro de tu filosofía personal debe figurar entre los primeros lugares el hábito de la acción. Actuar mientras planificas, actuar mientras hablas, actuar mientras piensas. Actuar, actuar, actuar.

Para la mayoría de las personas es muy fácil hablar desde la tribuna, desde el púlpito, desde la tarima. Pero en la arena de la acción tal vez necesitan todavía aprender a moverse. Un líder sabe que la planificación es importante. Que las palabras de motivación son importantes. Pero por encima de ello sabe que lo más importante y la más poderosa forma de enseñar a otros es actuando, ejecutando ese plan, trabajando como dice a su gente que se debe trabajar, saliendo adelante en esa dura prueba que le tocó vivir, y evitando quejarse cuando llegan los tiempos de dificultad financiera, relacional o de salud. El poder de la Acción. Es lo único que realmente genera resultados. Un arquitecto puede diseñar la casa más hermosa y funcional del mundo, pero si no se pone manos a la obra, tal casa no existirá jamás. No pasará de ser un dibujo en un papel. ¿Y cuántos dibujos no hay pegados en los mapas de éxito de muchas personas? No está mal, porque ese es el principio del camino, pero ese éxito no se logra con sólo ver el mapa y las fotos o dibujos en él todas las mañanas y decirse a sí mismo: "algún día lo lograré". Se logra saliendo a la calle, tomando el teléfono, llevando a cabo reuniones, prospectando, reclutando y en lo personal se logra al pedir perdón, al abrazar, al salir al parque con los niños, al salir en cita con la esposa en forma regular, al visitar a esa familia que está pasando dificultades financieras y brindarles la ayuda que necesitan. En fin, haciendo lo que se tenga que hacer para lograr los resultados que se buscan. 

Recordemos este principio universal y que tiene que ver con la acción: No hay crecimiento en la zona confort. Para lograr lo que queremos, hay que incomodarse. 


Estos cinco rasgos de carácter, como dije al principio, no son todos los atributos que un verdadero líder necesita para influir poderosamente en su gente, pero es un buen comienzo poder esforzarse por llevar a cabo un auto examen y determinar en qué punto se encuentra y luego definir cómo empezará a actuar para desarrollar aquellos que necesita.

Concluimos naturalmente que un buen líder será también un buen auspiciador en su empresa de MLM porque trasladará estos rasgos de carácter en su ser directamente y de forma espontánea a su rol como auspiciador. Existe una gran diferencia entre ser un auspiciador y ser un patrocinador. El patrocinar es simplemente cumplir con los requisitos del sistema para ingresar a un nuevo asociado y asegurarse de que se cumplan los requisitos mensuales de mantenimiento en volumen a través de llamadas de seguimiento y una que otra reunión. Esto usualmente crea la ilusión al líder de que está haciendo un excelente trabajo con su nuevo asociado. El auspiciar no es un procedimiento ni es parte de un sistema. El auspiciar es el proceso continuo de crear una firme y duradera relación con quien creyó en ti, ayudándole en todo el camino, sin importar cuán difícil sea, para que pueda lograr sus sueños, que no son menos importantes que los tuyos. A tomar decisiones, que no son menos difíciles que las tuyas. A construir una organización, que no es más sencillo que construir la tuya.

Todo líder con visión entenderá que su energía debe ser puesta en aquel lugar o persona en donde ésta sea merecida, y no necesariamente en donde sea necesitada. ¿Por qué? Porque muchas veces aquella persona que tú sabes necesita de tu ayuda y energía no se da cuenta y no valora tu esfuerzo, por lo tanto no sabrá aprovecharla y tu tiempo, recursos y energía se disiparán como vapor. No obstante, aquellos que están ávidos de recibir de lo que tienes para dar, y lo buscan con ahínco, merecen que les des todo de ti, porque será grande el resultado.

El líder sincero se interesa genuinamente en otros y actúa en concordancia. Sabe que proceder de esa manera tiene un mayor impacto en su espectro relacional que cualesquiera palabras que intente expresar. Él sabe que no debe preocuparse mucho por lo que habrá de cosechar, porque sabe también que la siembra fue buena.

Siembra siempre cosas buenas y la cosecha será abundante para todos.