martes, 20 de diciembre de 2011

El Corazón de un Líder


A menudo sentimos admiración por aquellos hombres y mujeres que de una u otra manera ejercen una poderosa influencia en nosotros a través de su ejemplo y palabras. Muchas veces pensamos que nos gustaría ser como ellos y poder llevar vidas así. Podemos conocer hombres y mujeres maravillosos, visionarios, trabajadores y bondadosos. Hombres y mujeres cuyo corazón está lleno de cosas buenas. Que buscan siempre hacer que aquellas personas que se encuentren cerca se sientan bien, no sólo por un momento, sino siempre y en todo aspecto.

Pero, ¿cuál es el factor que convierte a una persona en un líder? La respuesta a esta pregunta es simple y de una sola palabra, mas sin embargo requiere de un gran esfuerzo: Carácter.

El carácter es lo que eres en esencia. Lo que tu ser es. Lo contrario a carácter es Personalidad, que es lo que se nota a primera vista. Es la punta del iceberg solamente y se puede fingir. El carácter no puede fingirse, porque está fundamentado en leyes naturales o principios y éste se desarrolla con los años a través de experiencias únicas para cada ser humano y por las cuales se paga un precio.

Es similar al trabajo que se realiza en una granja. La siembra tiene un proceso que no puede alterarse. Debes plantan en primavera, cuidar en verano y cosechar en otoño. No se puede alterar el proceso. O tu cuerpo. Si deseas ser saludable, debes someterte a ciertas leyes naturales que toman su tiempo para dar los resultados que esperas. Alimentación, ejercicio. Son cosas que no se pueden fingir. ¿Se podría fingir hacer 50 flexiones seguidas? ¿O correr media maratón? ¿Se puede fingir eso? No, no se puede. Debe pagarse el precio y hacerse el esfuerzo que se requiere.

El liderazgo es igual. El liderazgo se trata de relaciones con otras personas y si bien se puede fingir tener una personalidad agradable a primera vista a través de técnicas que tantos libros venden, el poder mantener una relación en el tiempo, ganarse el respeto y tener autoridad dependerá de tu Carácter. El evangelio nos provee de una fuente infinita de ejemplos de buen Carácter y de cómo desarrollarlos, siendo el primero de ellos Jesucristo mismo.

Nuestro Salvador nos dio el ejemplo permanente del factor que convierte a una persona en Líder ejemplar, y somos testigos de que el rasgo más importante de nuestro Señor era su carácter. Él no estaba interesado en caerle bien a las personas ni en ser popular. Su único enfoque era el bienestar eterno de aquellos a quienes ministraba, aunque las mismas personas no tuvieran conciencia de ello y les molestara que Él se "metiera en sus vidas" con su mensaje de libertad espiritual.

Pero no necesitamos ser salvadores de las masas, ni presidente de una nación, o director en una multinacional para ser un gran líder. El Señor nos ha provisto de escenarios en los que podemos llevar a cabo una importante labor de liderazgo a través de la cual podremos bendecir las vidas de muchas personas, y el más importante de todos estos escenarios es nuestra vida personal.

El primer nivel de liderazgo lo ejercemos en nuestra propia vida, tomando control de aquellas cosas que pueden determinar el curso de ella: la forma como tratamos a los miembros de nuestra familia, lo que le damos a nuestro cuerpo como alimento, nuestra educación, nuestra fuente de ingresos, entre otras cosas. Desarrollar auto-dominio es una forma de liderazgo que nos permite tener claro el norte hacia el cual hemos elegido dirigirnos.

El segundo nivel de liderazgo está en nuestra relación con los miembros de nuestra familia y amigos. La identidad que ellos se formen de nosotros en sus mentes, el nivel de respeto y la autoridad que nos den dependerán exclusivamente del carácter que ellos perciban en nosotros. Muchos de los problemas que se presentan entre parejas se deben a que se ha perdido ese vínculo que estaba sujeto por el carácter individual. Nuestra influencia en ellos está determinada por la percepción que ellos tengan de nosotros.

El siguiente nivel de liderazgo es el liderazgo público que se ejerce en la Iglesia, trabajo o en la comunidad. Y es allí donde se pone a prueba el verdadero corazón de un líder, el cual para ser exitoso y lograr influir en las personas verdaderamente debe haber desarrollado en todo el tiempo anterior a ese momento, un Carácter lo más parecido al de Cristo y evidentemente, fundamentado sobre leyes naturales o principios. Esto es lo que le va a permitir influir en otros positivamente. Aquí no hay fórmulas mágicas ni arreglos cosméticos. Las relaciones se perpetúan y la influencia es real solamente cuando el Líder tiene una base de Carácter sólida.

Es nuestro deber realizar un inventario de nuestro carácter. Meditar en cuanto a ello. Dedicarle tiempo a la introspección y descubrir aquellas cosas que nos están alejando de ser más como Cristo.

Que el Señor nos bendiga a todos y nos dé la fortaleza de aceptar aquellas cosas que necesitamos cambiar y el valor y sabiduría para hacerlo.


miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Diferencia entre el Cielo y el Infierno

Un hombre muere y va a su lugar de juicio en donde se definirá si irá al cielo o al infierno.

Excepcionalmente, este hombre tenía tantas obras buenas como malas, así que se le permitió escoger a qué lugar iría.

El ángel le dijo:
-Ven, te mostraré el infierno.

Caminaron juntos por un largo pasillo que terminaba en una puerta de madera de cedro, arqueada en la parte superior, con bisagras fuertes de hierro y una gran manilla. Arriba de la puerta había un cartel que decía: “Infierno”.



Al abrir la puerta el hombre notó que era una habitación circular con bancas pegadas de la pared que estaban ubicadas en torno a una gran olla de deliciosa sopa. En las bancas estaban sentadas, sin permitírseles acercarse a la olla, muchas personas, todas famélicas, iracundas, miserables y que no cesaban en su desespero por no poder tomar la sopa, ya que las cucharas que les habían entregado para ello eran más largas que su propio brazo de manera que no podían llevarse el alimento a la boca. El sufrimiento era terrible.

El ángel dijo al hombre:
-Ven, te mostraré el cielo.

Caminaron por el mismo pasillo hasta el otro extremo que terminaba en la misma puerta de madera de cedro, con las mismas bisagras y misma manilla, sólo que sobre la puerta había un cartel que decía: “Cielo”.

Al abrir la puerta, el hombre observó la misma habitación circular, las mismas bancas en torno a la misma olla de sopa, la misma restricción de acercarse a la olla y las mismas cucharas largas. Pero las personas estaban todas muy bien nutridas, felices, sonrientes y completamente en paz.

El hombre con gran asombro voltea su rostro hacia el ángel y pregunta:
-No entiendo, ¿por qué si todas las circunstancias son exactamente las mismas aquí están todos felices y bien nutridos?

El ángel sonriente mira al hombre y responde:
-Sencillo. Aquí todos han aprendido a alimentarse los unos a los otros.

Moraleja: Dependiendo de nuestra disposición a compartir, el lugar en el que nos encontremos puede ser beneficioso o no. El beneficio mutuo lo es todo. Soy yo quien lo defino, no los demás.